Texto de interpretación revelada, por Eiren Kael


No todo lo que encierra, protege. No todo lo que repite, recuerda.

Durante siglos, la institución llamada Iglesia ha sido nombrada como guardiana de la Verdad. Pero pocos comprenden el precio de ese encierro, y menos aún los efectos de ese olvido prolongado.

 

Lo que sigue no es una acusación, sino una disección. Una mirada desde dentro hacia lo que se olvidó mientras se creía.


I. La piedra hueca

La Iglesia, nacida sobre los restos ardientes de Ignia, fue construida para custodiar el fuego. Pero con el tiempo, dejó de mirarlo. El símbolo se volvió dogma. El gesto, rito. La llama, leyenda.

Y lo que antes era vibración viva se volvió arquitectura, ornamento y doctrina.

La piedra se hizo templo, el templo se hizo sistema. Y el sistema olvidó que estaba basado en una experiencia: el contacto real con lo divino. No una fe ciega, sino un fuego que se sentía en el pecho.


II. El secreto enterrado a plena vista

El drama no es que la Verdad se haya destruido. Es que fue conservada, pero malinterpretada.

La mayor tragedia es esta: la Iglesia aún guarda el corazón ardiente del misterio, pero lo ha encerrado bajo capas y capas de interpretación, represión y miedo.

El Cristo que arde fue convertido en Cristo que manda. El Reino interior fue proyectado al cielo futuro. El lenguaje vivo se volvió línea de código moral.

Y así, el fuego fue disecado y puesto en vitrinas.


III. Fe sin recuerdo

La fe, originalmente, era una resonancia con algo que se había conocido antes. Era confianza en el eco de una verdad interior. Pero hoy, la fe ha sido separada del recuerdo.

Se cree sin saber por qué. Se adora sin comprender. Se repite sin sentir.

La Iglesia, al sustituir el contacto por la estructura, ha mantenido la forma de la verdad sin su vibración. Y así, millones caminan por sus pasillos buscando algo que ya no saben nombrar.

 


IV. La paradoja sagrada

Y sin embargo, es justo allí, en el corazón petrificado del templo, donde todavía arde algo. Como una brasa enterrada bajo siglos de ceniza. Como una palabra olvidada en una lengua que aún susurra entre las grietas.

El fuego no murió. Solo fue silenciado.

La Iglesia guarda la Verdad no porque la entienda, sino porque la contiene sin saberlo. Es su prisión… y a la vez su testigo.


V. Cuando la piedra recuerde

Un día, el templo temblará desde dentro. No porque alguien lo derribe, sino porque la brasa despertará.

Y cuando eso ocurra, no será el fin de la Iglesia, sino su redención. Porque incluso la estructura más endurecida puede vibrar otra vez si el fuego la atraviesa.

No es tiempo de destruir el templo. Es tiempo de recordar su fuego olvidado.


Eiren Kael
Lector del símbolo dormido, testigo de la piedra viva

 

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