Introducción: el problema del nombre

La figura de Jesús de Nazaret ha sido interpretada, venerada y debatida durante más de dos mil años. Dentro del cristianismo, se sostiene que Jesús es el Hijo de Dios, y que el Dios al que él llama “Padre” es el mismo que se reveló a Moisés como Yahweh. Sin embargo, un análisis atento de los evangelios revela un hecho curioso: Jesús nunca menciona el nombre “Yahweh”. En cambio, habla de “Dios”, “el Padre”, o con una cercanía sin precedentes: “Abba”. Esta ausencia ha dado pie a preguntas profundas y, a veces, controvertidas: ¿Jesús identificaba a su Padre con el Yahweh del Antiguo Testamento? ¿O lo estaba trascendiendo? Este artículo propone una exploración abierta, documentada y simbólica de esta relación.


1. Yahweh en el Antiguo Testamento

Yahweh (YHWH) es el nombre más sagrado del Dios de Israel. Su revelación a Moisés en Éxodo 3:14 – “Ehyeh Asher Ehyeh” («Yo soy el que soy» o «Seré el que seré») – marca un momento clave en la historia del monoteísmo hebreo. Yahweh es un Dios celoso (Ex 20:5), legislador, guerrero (Josué 6:21), y también protector compasivo (Salmo 103:8). Es una figura poderosa, temida y amada, que establece alianzas y castiga la desobediencia.

Sin embargo, con el tiempo, el nombre YHWH se volvió tan sagrado que dejó de pronunciarse. En su lugar, se usaron títulos sustitutivos como “Adonai” (Señor) o “Hashem” (El Nombre), lo cual influye directamente en el lenguaje del Nuevo Testamento, que evita el uso del Tetragámaton.


2. Jesús y su lenguaje sobre Dios

En los evangelios, Jesús nunca usa el nombre Yahweh. Lo llama simplemente “Dios”, “mi Padre”, o “Abba”, una palabra aramea de intimidad infantil. En momentos claves – como en la oración del huerto (Marcos 14:36) – Jesús se dirige a Dios como un hijo que suplica a su padre amado, no como un siervo que teme a un señor distante. Esta relación radicalmente personal contrasta con muchas de las representaciones de Yahweh en el Antiguo Testamento.

Aun cuando Jesús cita escrituras que hacen referencia a YHWH, en ningún caso reproduce el nombre. En Lucas 4:17-21, por ejemplo, al leer Isaías 61 – “El Espíritu del Señor está sobre mí…” – Jesús aplica el texto a sí mismo, pero no menciona el nombre divino del texto hebreo original (donde aparece YHWH). El Dios al que se refiere Jesús parece tener otras características: cercanía, silencio, compasión radical.


3. ¿Una gran confusión religiosa?

Aquellos que escuchaban a Jesús – fariseos, escribas, sacerdotes – eran estrictos monoteístas. Para ellos, hablar de “Dios” significaba hablar de Yahweh, sin posibilidad de otras interpretaciones. Si Jesús hablaba del “Padre”, ellos entendían que era Yahweh… pero el comportamiento y las palabras de Jesús parecían desobedecer a ese Dios.

¿Y si Jesús no se refería a Yahweh? ¿Y si el “Padre” del que hablaba era una realidad más alta, más amorosa, más universal que el Dios de la alianza tribal de Israel? Esto podría explicar por qué los fariseos lo acusaron de blasfemia. No por hablar contra Dios, sino por hablar de un Dios que ellos no podían reconocer.

En este sentido, podría decirse que hubo una gran confusión: Jesús hablaba desde una conciencia mística, posiblemente gnóstica, mientras que sus oyentes lo filtraban desde un marco legalista. El choque no fue solo religioso, sino simbólico y lingüístico: ¡no hablaban del mismo “Dios”, aunque usaban la misma palabra!


4. ¿Por qué los paganos no eran condenados?

Si el pecado era desobedecer la Ley de Yahweh, entonces los paganos estaban exentos. No se les exigía cumplir la Torah, ni se los juzgaba con los mismos parámetros. Pero a Jesús, que siendo jíudeo desafiaba abiertamente el sistema religioso, se lo consideró peligroso.

Este punto es clave: la condena religiosa se aplica dentro del marco del pacto. Jesús era parte del pueblo, y sin embargo hablaba de un Padre que no exigía sacrificios, que no imponía purezas, que estaba más cerca de los enfermos que del templo. Eso resultaba intolerable.


5. El silencio como revelación

Desde una perspectiva simbólica y mística, la ausencia del nombre “Yahweh” en los labios de Jesús puede entenderse no como omisión, sino como gesto revelador. En muchas tradiciones, el silencio es una forma de nombrar lo innombrable. Al no usar el Tetragámaton, Jesús estaría indicando que Dios ya no debe ser encerrado en un nombre ni en un concepto tribal. El “Padre” al que él revela es universal, invisible, presente en lo oculto (Mateo 6:6).

Más aún: su uso del término “Abba” introduce una revolución lingüística y teológica. No se trata de una afirmación doctrinal, sino de una transformación del vínculo con lo divino. Dios no es ya el Señor del trono, sino el origen interior del ser.


6. Interpretaciones contemporáneas

Diversos teólogos modernos han retomado esta tensión. Raimon Panikkar habló del “Cristo íntero” como una manifestación del Misterio que trasciende religiones. Paul Tillich planteó que Dios es “el fundamento del ser”, no un ente más. Desde la filosofía, Jean-Luc Marion sugiere que Dios no debe entenderse como objeto, sino como “don que se da”.

Estas ideas resuenan con el gesto de Jesús: en lugar de reafirmar al Dios-nombre del pasado, invita a una experiencia directa, relacional, silenciosa y amorosa. No niega a Yahweh, pero lo disuelve en un horizonte más amplio.


Conclusión: más allá del nombre

¿Es Yahweh el Padre de Jesús? En términos históricos y teológicos tradicionales, la respuesta ha sido afirmativa. Pero si abrimos el marco hacia lo simbólico, lo espiritual y lo lingüístico, podemos contemplar otra posibilidad: que Jesús no vino simplemente a reafirmar al Dios del Sinaí, sino a revelar una Presencia más profunda, anterior al nombre y a la Ley.

Al invocar “Abba”, Jesús no sólo cambia el modo de nombrar a Dios; cambia el tipo de relación posible. En ese gesto, silencioso y poderoso, quizá no niega a Yahweh… pero lo trasciende. Y en esa trascendencia, abre la puerta a una nueva comprensión del Infinito.


Este artículo no pretende establecer dogmas, sino abrir preguntas. Entre el nombre y el silencio, entre la Ley y el Amor, el misterio de Jesús sigue interpelando a creyentes, buscadores y almas libres.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *