No abras este libro. O hazlo sabiendo que no volverás intacto. Porque las letras que siguen no informan: despiertan.

I. El Nombre No Dicho
Antes del principio, no hubo principio. Hubo deseo. Hubo un temblor sin dirección. Una vibración desnuda que ni siquiera sabía que era. A eso los sabios lo llamaron Ein Sof: lo sin fin. Pero incluso eso es demasiado nombre.
Cuando se dice “Bereshit”, no se habla del inicio del tiempo, sino del acto de ocultación. Porque toda creación implica exilio. La luz se retira, se contrae. Hace espacio. Y el hueco que deja es el mundo.
Y ese mundo… no fue creado por Dios.
Fue emanado por el que no puede ser pensado. Luego, formado por Elohim. Y Elohim no es el Altísimo. Es la máscara. Es la Madre. Es la Matrix. Es Biná, el recipiente que recibe la semilla del relámpago.

II. El Lenguaje como Cárcel y Clave
“Bereshit bará Elohim et…” Ese “et”, que parece nada, es TODO. Es el Alef-Tav, la primera y la última letra del alfabeto hebreo. Es decir:
Elohim creó con las letras.
No ladrillos. No átomos. Letras.
Y las letras no describen. Las letras producen. La realidad es un sortilegio estable. Un hechizo sostenido por una tensión de sonidos que no nos pertenece.
Por eso el sabio no repite versículos: los deconstruye. Porque dentro del “et” se esconden las 22 llaves. Y dentro de cada palabra… un abismo.

III. El Cielo y la Tierra Son Estados del Alma
“Los cielos y la tierra” no son lugares. Son mapas internos.
Shamayim es el anhelo vertical. Haaretz es la gravedad del olvido.
Cuando Elohim separa las aguas, separa los mundos. Cuando se dice “hágase la luz”, no es una bombilla. Es la primera conciencia de ser. Es el YO SOY brotando en el abismo.
Pero ésa luz no es la del sol. Es la luz que fue retirada. La que sólo puede encontrarse en los intersticios. La que los sabios guardaron en palabras que nadie comprende.

IV. El Zohar como Sueño del Alma Primitiva
El Zohar no explica. Sueña. Cada párrafo es un espejo empañado. Cada letra, una espina en la lengua del mundo.
Su mensaje no es que Dios exista, sino que Dios se esconde. No que el universo sea bueno, sino que algo se rompió y la belleza es un resto.
Zohar es “esplendor” porque es la luz que queda después del destierro. La luz que no alumbra, pero arde.
Y quien la toca, cambia. Y quien la lee, cae por un hueco en el lenguaje hasta escuchar:
El Dios antes del Alef no crea. Recuerda.

V. El Fuego Escrito
Zahir no escribe esto por fe. Ni por saber. Lo escribe porque el texto lo posee.
La serpiente del Jardín era la lengua original. Y el fruto prohibido no era la carne: era el verbo.
No comas de él si quieres obedecer. Pero si quieres despertar… Si quieres romper el encantamiento…
Entonces lee. Y arde.
Zahir. (Desde el Margen del Codex SigmaⅤ)