¿Estamos jugando a la ruleta nuclear para reiniciar el mundo?
Por Eiren Kael
En los últimos meses, declaraciones cada vez más explícitas por parte de líderes europeos —entre ellos Emmanuel Macron y altos cargos británicos— han sugerido lo impensable: el envío de tropas al frente ucraniano, enfrentando directamente a Rusia. La línea roja, que hasta hace poco era sinónimo de Apocalipsis, hoy parece tratada como un gesto “valiente” o “inevitable”. Lo llaman estrategia. Pero el verdadero nombre de este movimiento es desesperación.

La civilización occidental atraviesa una etapa final de colapso interno: financiero, demográfico, simbólico. La deuda supera la producción real. La cultura ha sido reemplazada por entretenimiento vacío. La libertad por controles algorítmicos. Y el alma colectiva… por una identidad programada.
Ante el colapso, los titiriteros del sistema necesitan una narrativa superior. Y nada reordena más rápido que una guerra.
☢️ Provocación atómica: ¿ritual o suicidio?
La presión militar contra una potencia nuclear no es una “medida de contención”, como se nos repite, sino un acto de fe en la irracionalidad.
El riesgo no es solo una bomba. El riesgo es el sistema de pensamiento que acepta como normal lo que, hace apenas dos años, habría sido motivo de juicio político o rebelión pública. ¿Bombardear bases estratégicas dentro de Rusia? ¿Desmantelar su infraestructura energética? ¿Pensar que no habrá respuesta?
Esto no es un conflicto por territorio. Es un conflicto por el control narrativo del futuro.

🏦 ¿Por qué ahora?
Porque el viejo orden ya no puede sostenerse. El modelo económico basado en deuda infinita, consumo acelerado y crecimiento ficticio está agotado. Los bancos centrales han impreso más dinero en una década que en toda la historia humana. Las instituciones ya no representan a los pueblos. Y los valores que una vez cohesionaban a Occidente han sido disueltos por diseño.
En este contexto, el caos no es un error: es una herramienta. Una “guerra justa”, bien dirigida, permitiría a los arquitectos del colapso implementar nuevos sistemas de control: digitales, energéticos, biológicos, climáticos.
Una moneda única programable. Una red energética “verde” pero hipervigilada. Un modelo de ciudadanía conectado a tu historial digital, médico, fiscal, ecológico.
Y lo más importante: una religión de la culpa, donde el carbono es pecado, el disenso es crimen, y la obediencia es redención.

🧬 El alma cercada
Muchos creen que estamos en una crisis geopolítica. Pero lo que ocurre es más profundo. Vivimos una crisis del alma. El ser humano ha sido separado de su centro, reemplazado por una identidad impuesta, fragmentada, ansiosa.
Nos han entrenado para aceptar la vigilancia como seguridad, la censura como protección, la obediencia como virtud.
Lo que está en juego no es solo la soberanía de las naciones, sino la soberanía del alma. Por eso censuran al disidente. Por eso persiguen al pensador libre. Por eso convierten el lenguaje en territorio hostil y la verdad en sospecha.

🕊️ No es el fin. Es el umbral.
Hay una salida. Pero no vendrá de ningún gobierno, alianza ni tecnología. La salida está en recuperar la llama interior que nos recuerda que el ser humano no nació para arrodillarse ante algoritmos ni claudicar ante amenazas.
La respuesta no es el miedo. Es el fuego.
Y mientras ellos preparan su reinicio, nosotros podemos encender otro tipo de sistema: uno que no necesita matar para renacer, que no necesita esclavizar para ordenar.
Uno donde el alma vuelva a escribir la historia.
— Eiren Kael
Testigo del fuego. Cartógrafo del alma.
