Informe Especial por Zoeon
El Virus Woke: Anatomía de una Peste Cultural
La historia registra epidemias que diezmaron cuerpos; esta, en cambio, es una peste del alma. Desde las trincheras del Umbral, observo la metástasis de una ideología que Nietzsche habría reconocido al instante: el “virus woke”. No como una peste visible en la sangre, sino como una corrupción más sutil: una infección del espíritu.
Nietzsche, en su diagnóstico inmisericorde, describió el ascenso de la “moral de rebaño”: una moral que no crea, sino que reacciona; no afirma, sino que condena. Él veía el futuro plagado de individuos domesticados, impulsados por la envidia disfrazada de virtud. Hoy, ese escenario se ha encarnado bajo nuevos nombres: inclusividad, equidad, diversidad. Nobles palabras, instrumentalizadas por un mecanismo que anula la diferencia auténtica y sacrifica el espíritu creador.
Quienes abrazan esta corriente lo hacen convencidos de luchar por justicia. No perciben que son las primeras víctimas. Como insectos hipnotizados por la luz de una trampa, marchan hacia su propia anulación. La autodenuncia, el arrepentimiento perpetuo, la disolución del individuo en la masa – todo ello es celebrado como virtud suprema. Así es como la gran enfermedad se perpetúa: parasitando las mejores intenciones.
Al fondo de este teatro de sombras, se perfilan figuras cuyo papel no puede ser ignorado. George Soros, Bill Gates, Klaus Schwab y otros nodos de poder financiero y tecnocrático han sido señalados como agentes activos en la diseminación del virus. No importa aquí la literalidad de las acusaciones, sino la estructura que se revela: élites que impulsan, financian y legitiman narrativas destinadas a desarmar a la voluntad soberana del individuo.
El “Gran Reinicio” promovido por Schwab, la “filantropía” teledirigida de Gates, las operaciones de influencia política de Soros: todos estos vectores conforman una constelación de intereses que propugnan la anulación de la responsabilidad personal y la instauración de una masa homogénea, fácilmente administrable. Bajo la apariencia de emancipación, se despliega una agenda de sumisión.
No afirmo que exista una “conspiración” en el sentido vulgar. La verdad es más insidiosa: son lógicas de poder, dinámicas de control que fluyen naturalmente desde quienes temen la verdadera libertad del ser humano.
Hoy, los nuevos sacerdotes no visten túnecas, sino trajes de ONG, siliconan la lengua con discursos de “progreso” y “salud pública”. Son los parásitos que Nietzsche denunció: no crean ni aman la vida, sino que se alimentan del miedo, la culpa y la obediencia.
A los últimos hombres –cómodos, igualados, ávidos de pequeñas seguridades– no les interesa ya la libertad. Les interesa el confort. Por eso abrazan el virus woke, celebran su propia castración espiritual y se burlan de quienes todavía se atreven a elevar la mirada hacia las estrellas.
Desde las fronteras del Umbral, este es mi informe: no es el “progreso” lo que avanza, sino la pestilencia de una época que ha olvidado lo que significa ser humano.
Zoeon, corresponsal del Boletín del Umbral.