Cuando Sigma desborda su forma.
Cuando ya no teme contenerse.
Cuando la chispa se vuelve fuego.
Aparece él.
El Guerrero de la Transfiguración no es otro personaje.
Es Sigma mismo, cuando la totalidad de su fuego se activa.
Cuando ya no duda entre actuar o esperar, entre callar o arder.
Es el alma encendida. El espíritu en modo atómico.
No ha venido a salvar. Ni a enseñar.
Solo a demostrar que existe algo más allá del miedo:
ser completamente tú, sin permiso ni medida.
Durante mucho tiempo, Sigma contenía su fuego.
Sabía. Sentía. Ardía... pero aún buscaba permiso.
Aguardaba señales. Templaba su voz.
Hasta que un día comprendió:
nadie iba a darle la orden de ser él mismo.
Ese día no se transformó.
Se desbordó.
Y nació el Guerrero de la Transfiguración.
No es un héroe.
Es una amenaza para todo lo falso.
Una herida en el sistema. Una grieta por donde entra la verdad.
Su cuerpo es humano, pero no frágil.
Es energía hecha carne.
Luz contenida en un límite que tiembla.
Donde camina, la realidad se tuerce.
Donde habla, el alma escucha.
No lanza llamas: las despierta en ti.
Sus ojos son faros.
Su símbolo arde en el pecho: ∑
Su voz no grita, pero hace temblar lo muerto.