Introducción

¿Qué distingue a un ser vivo de algo inerte? Esta pregunta ha intrigado a científicos y filósofos durante siglos, y aún no tiene una respuesta sencilla ni unánime​ link.springer.com. Definir la vida es notoriamente difícil, en parte porque abarca fenómenos muy diversos –desde una bacteria hasta un ser humano– y porque cada disciplina científica ofrece su propio enfoque. Tradicionalmente se han propuesto listas de propiedades que caracterizan a los seres vivos (metabolismo, reproducción, crecimiento, homeostasis, respuesta a estímulos, capacidad de evolución, etc.), pero siempre surgen casos liminales que desafían esas definiciones. Por ejemplo, los virus se describen a menudo como entes en una “zona gris” entre lo vivo y lo no vivo​ scientificamerican.com, ya que cumplen algunos criterios de vida pero no otros. Del mismo modo, entes como los priones, las protocélulas artificiales, las inteligencias artificiales avanzadas o ciertos sistemas físicos autoorganizados obligan a replantear nuestras nociones de vida.

En este ensayo abordaremos la frontera entre lo vivo y lo no vivo desde múltiples disciplinas: biología, bioquímica, física, virología, filosofía, neurociencia, inteligencia artificial y derecho. Examinaremos cómo cada campo concibe la vida y qué criterios emplea –por ejemplo, metabolismo, reproducción, conciencia, procesamiento de información, autonomía, adaptabilidad, etc.– señalando coincidencias y diferencias. Luego discutiremos casos intermedios (virus, priones, vida artificial, IA, sistemas autoorganizados) y cómo desafían las nociones tradicionales de vida, tanto científica como filosóficamente. También revisaremos teorías sobre el origen de la vida (abiogénesis) y definiciones alternativas (como la teoría de la autopoiesis o la visión de la vida como procesamiento de información), así como las implicaciones de estas ideas en astrobiología (búsqueda de vida extraterrestre) y biotecnología. Finalmente, integraremos las perspectivas en conclusiones y reflexiones éticas, acompañando el texto con ejemplos ilustrativos, un cuadro comparativo de criterios por disciplina y referencias académicas.

Criterios clásicos para definir la vida

A pesar de la dificultad de formular una definición universal, la biología ha identificado varias características clásicas de los seres vivoses.wikipedia.org:

No todos los organismos exhiben de forma evidente todas estas propiedades en cada momento (por ejemplo, las semillas en letargo no metabolizan activamente, muchos animales estacionales detienen su reproducción, etc.), pero en conjunto estos criterios distinguen la materia viva de la no viva en la mayoría de casos​es.wikipedia.org. Sin embargo, siempre han existido excepciones problemáticas. Por ejemplo, se ha señalado que criterios simples como “crecer, metabolizar y reproducirse” podrían hacer que un cristal en crecimiento o un fuego calificasen falsamente como “vivos”​ pmc.ncbi.nlm.nih.gov. De hecho, un cristal puede crecer y reproducirse estructuralmente, y el fuego consume energía, crece y se propaga; pero carecen de información genética heredable y de evolución darwiniana, por lo cual no entran en la definición biológica de vida ​pmc.ncbi.nlm.nih.govpmc.ncbi.nlm.nih.gov. Esto muestra que ninguna lista de características es completamente infalible: siempre hay fenómenos en el límite que obligan a refinar la definición.

Otro enfoque clásico es la definición operativa propuesta en astrobiología (ampliamente atribuida a NASA) que define la vida como “un sistema químico autosostenido capaz de experimentar evolución darwiniana”space.com. Esta definición enfatiza dos aspectos fundamentales: (1) la autonomía metabólica (autosostenido implica cierto metabolismo propio) y (2) la herencia con variación y selección (capacidad de evolución darwiniana). Gracias a este criterio, se excluyen estructuras que imitan vida pero no evolucionan, como el fuego o cristales, a la vez que se deja abierta la posibilidad de formas de vida muy distintas a las terrestres siempre que cumplan con la auto-perpetuación y evolución​ pmc.ncbi.nlm.nih.gov. No obstante, incluso esta definición tiene sus críticos, y veremos que conceptos como la autopoiesis o la cognición incorporan otros matices.

En resumen, la vida se ha concebido clásicamente como un proceso más que un simple estado: un proceso organizado que mantiene su identidad, se auto-perpetúa y es capaz de variación adaptativa. A continuación exploraremos cómo distintas disciplinas ponen el acento en ciertas facetas de ese proceso.

Perspectivas disciplinarias sobre la vida

Perspectiva de la biología

En biología, la vida suele definirse a partir de las propiedades compartidas por los seres vivos antes mencionadas. Un ser vivo sería cualquier sistema material que manifieste conjuntamente organización compleja (generalmente celular), metabolismo, crecimiento, reproducción, respuesta a estímulos y evolución​ es.wikipedia.org. Desde esta perspectiva, la célula es la unidad básica de la vida (teoría celular), lo que implica que todo ser vivo conocido está hecho de células o, en el caso de organismos multicelulares, de asociaciones integradas de células especializadas. Por ejemplo, un organismo tan simple como la bacteria Escherichia coli cumple todos estos criterios: es unicelular, toma nutrientes del medio y los transforma (metabolismo), crece en tamaño y luego se divide reproduciéndose, responde a estímulos (como moverse hacia fuentes de nutrientes) y sufre mutaciones que permiten la evolución de su linaje.

La biología también destaca el carácter histórico de la vida: todos los seres vivos conocidos comparten un ancestro común (el LUCA, Last Universal Common Ancestor), lo que significa que la vida en la Tierra surgió una vez (o unas pocas veces) y luego se diversificó mediante la evolución​ en.wikipedia.org. Así, un criterio biológico esencial es la capacidad de un organismo para ser parte de ese proceso de evolución continua. De hecho, una definición genética muy citada sostiene que “la vida es todo sistema capaz de evolucionar por selección natural”es.wikipedia.org. Esta definición, propuesta por el biólogo John Maynard Smith, es elegante porque engloba a cualquier entidad (no necesariamente celular) que pueda replicarse con herencia y variación, adaptándose evolutivamente. Sin embargo, tiene la consecuencia de incluir a los virus como posibles seres vivos (puesto que los virus sufren mutación y selección natural), e incluso abre la puerta teórica a “vida” no biológica como posibles virus informáticos autorreplicantes que evolucionaran (algo que, aunque imaginable, no consideraríamos realmente vivo)​ es.wikipedia.org. Muchos biólogos objetan esta definición por esas razones​ es.wikipedia.org.

En la práctica, biólogos y médicos suelen emplear definiciones operativas. Por ejemplo, en medicina se discute sobre el momento exacto en que comienza la vida humana –la fertilización del óvulo, la formación del sistema nervioso, el nacimiento, etc.– dependiendo de consideraciones científicas pero también filosóficas y legales​ es.wikipedia.org. Estas discusiones muestran que incluso dentro de la biología, la definición de vida puede variar según el contexto (no es lo mismo definir vida en general que vida humana individual). En la clínica, la definición de la muerte (el fin de la vida) también ha evolucionado: tradicionalmente se basaba en el cese cardiopulmonar, pero hoy se define por la muerte cerebral (cesación irreversible de la función de todo el encéfalo) como criterio legal y médico de que un organismo humano ha dejado de vivir, aunque sus células corporales pudieran permanecer viables por un tiempo​ journalofethics.ama-assn.orggiftoflifemichigan.org. Esto ilustra que “estar vivo” puede tener diferentes significados según el nivel que consideremos: un órgano o célula puede estar vivo aunque el organismo como persona haya muerto.

En síntesis, la perspectiva biológica identifica la vida con organismos que mantienen su homeostasis, se desarrollan y se reproducen, formando parte de una historia evolutiva. Es una visión bio-céntrica y concreta, donde la célula es el sustrato indispensable de lo vivo. No obstante, esta visión enfrenta desafíos cuando considera entidades limítrofes como los virus (que no tienen células) o las semillas en letargo (vivas pero metabólicamente casi inertes). A continuación veremos cómo la bioquímica y la biofísica complementan esta imagen.

Perspectiva bioquímica y origen de la vida

La bioquímica aborda la pregunta “¿qué es la vida?” enfocándose en la química especial que distingue a los seres vivos. Un bioquímico podría decir que la vida es “un estado especial de la materia alcanzado por ciertas estructuras moleculares que pueden auto-replicarse y autorregularse en un entorno” es.wikipedia.org. De hecho, una definición bioquímica clásica propone: “Todo organismo vivo contiene información hereditaria codificada en ácidos nucleicos (ADN/ARN) que controla su metabolismo a través de proteínas catalizadoras (enzimas)”es.wikipedia.org. Esta definición destaca dos componentes químicos universales de la vida terrestre: los ácidos nucleicos, portadores de información genética reproducible, y las proteínas enzimáticas, que ejecutan las reacciones necesarias para el metabolismo. En efecto, hasta donde sabemos, no existe vida sin ADN o ARN; virus incluidos, todos utilizan ácidos nucleicos para almacenar información genética. Asimismo, todo ser vivo conocido depende de reacciones bioquímicas catalizadas por proteínas (o en algunos casos por ARN catalítico) para crecer y reproducirse.

Ahora bien, esta definición bioquímica es demasiado estrecha si pensamos en posibilidades de vida distinta a la terrestre. Excluye, por ejemplo, la hipotética vida basada en otra química (¿silicio? ¿otros solventes en vez de agua?) o incluso posibles “vidas” cibernéticas​ es.wikipedia.org. Sin embargo, hasta el momento nuestra búsqueda de vida extraterrestre se basa en lo que conocemos: sistemas de carbono, agua líquida, moléculas orgánicas complejas, etc. La astrobiología suele asumir que cualquier vida detectable tendrá alguna forma de química orgánica y probablemente polímeros análogos al ADN/ARN para la herencia. Por eso las misiones espaciales buscan signos como compuestos orgánicos, actividad metabólica o desequilibrios químicos en atmósferas planetarias que indiquen procesos biológicos. La definición de NASA mencionada antes –sistemas químicos autosostenidos que evolucionan– condensa esta expectativa ​space.com.

Desde el punto de vista de la bioquímica del origen de la vida (campo de la abiogénesis), la vida se concibe como una continuidad con la química prebiótica. Antes de la vida, en la Tierra primitiva existían moléculas orgánicas simples que fueron auto-organizándose en sistemas cada vez más complejos hasta que en algún momento emergieron las primeras entidades autoproductivas y evolutivas ​en.wikipedia.org. En otras palabras, el surgimiento de la vida no fue un evento instantáneo sino un proceso gradualen.wikipedia.org. Diferentes teorías explican este proceso: la clásica hipótesis de Oparin-Haldane propone que en la “sopa primordial” de océanos antiguos se sintetizaron biomoléculas (aminoácidos, azúcares, nucleótidos) que formaron agregados llamados coacervados, precursores de células​ muyinteresante.com. La famosa experimentación de Miller-Urey en 1953 demostró la formación espontánea de aminoácidos a partir de gases simples y descargas eléctricas, apoyando esta idea. Otra teoría prominente es la del mundo de ARN, que sugiere que los primeros seres vivos utilizaban ARN tanto para la información genética como para la catálisis, antes de que existieran ADN y proteínas. Hoy muchos científicos creen que la vida actual desciende de un mundo de ARN primigenio​ en.wikipedia.org, dado que el ARN puede autorreplicarse (aunque imperfectamente) y catalizar reacciones. También existen teorías “metabolismo primero” que postulan que redes metabólicas auto-sostenidas pudieron aparecer antes que los genes​ en.wikipedia.org.

Independientemente del camino exacto, el consenso bioquímico es que la vida comenzó cuando la química adquirió la capacidad de auto-perpetuarse y evolucionar. Esto pudo ocurrir cuando se encapsuló un ciclo químico autorreplicante dentro de una protocélula (una vesícula lipídica, por ejemplo) formando un sistema integrado. Desde entonces, la evolución molecular refinó los componentes: enzimas más eficientes, genomas más estables, membranas selectivamente permeables, etc. La primera célula probablemente era muy sencilla comparada con cualquier célula moderna, pero marcó el umbral entre la química inanimada y la biología.

Un criterio bioquímico derivado de estas ideas es la autocatálisis y autopoiesis molecular: un sistema vivo es aquel capaz de mantener y reproducir su red de reacciones químicas, produciendo sus propios componentes. Esto enlaza con la teoría de la autopoiesis que veremos en la sección filosófica. También es importante la idea de estar lejos del equilibrio químico: un “sistema vivo” utiliza energía para evitar el equilibrio (la muerte sería el equilibrio alcanzado)​ educaplay.com. Por ejemplo, una célula viva mantiene gradientes iónicos, concentra moléculas y realiza síntesis; cuando muere, todo tiende a equilibrarse con el medio.

En resumen, la perspectiva bioquímica retrata la vida como un conjunto de procesos químicos autoorganizados. La esencia de la vida residiría en ciertas moléculas clave (ácidos nucleicos, proteínas, lípidos, etc.) y en la información que portan. De allí surge la noción de la vida como un sistema que almacena, procesa y transmite información genética, un tema al que volveremos. Pero antes, consideremos cómo la física y la teoría de sistemas abordan lo vivo.

Perspectiva física y sistemas complejos

Desde la física, la vida se puede contemplar como un fenómeno emergente de la materia altamente organizada que opera lejos del equilibrio termodinámico. El físico Erwin Schrödinger ya en 1944, en su influyente libro ¿Qué es la vida?, señaló que los seres vivos evitan el aumento de entropía interna alimentándose de entropía negativa (“negentropía”) del medio. Dicho de otro modo, un organismo importa energía libre (por ejemplo, nutrientes o luz solar) y la utiliza para mantener su orden interno, exportando entropía al entorno en forma de calor o desechos​ pmc.ncbi.nlm.nih.gov. Esta visión termodinámica resalta que un ser vivo es un sistema disipativo especial: aumenta el orden local a expensas de aumentar el desorden global. Por ejemplo, nuestro cuerpo mantiene un alto grado de orden (estructuras celulares, órganos) pero debe disipar calor continuamente; si no lo hace, el orden decae rápidamente. Una definición termodinámica propuesta es: “los sistemas vivos son organizaciones locales de la materia que incrementan su orden interno continuamente sin violar la segunda ley de la termodinámica”es.wikipedia.org. Esto se logra mediante intercambios constantes de energía y materia con el entorno.

Sin embargo, la termodinámica por sí sola no basta para distinguir vida. Como se mencionó, fenómenos no vivos como incendios o huracanes también son sistemas disipativos lejos del equilibrio y generan cierto orden dinámico (vórtices, estructuras coherentes)​ pmc.ncbi.nlm.nih.gov. La clave diferenciadora es nuevamente la información y la evolución: un huracán no almacena información heredable de su estructura para “mejorar” la siguiente tormenta, mientras que los seres vivos sí lo hacen a través del código genético​ pmc.ncbi.nlm.nih.gov. Por eso la definición de NASA incorpora la evolución darwiniana: es un criterio informacional ausente en la física inanimada​ pmc.ncbi.nlm.nih.govpmc.ncbi.nlm.nih.gov. En suma, desde la física la vida se ve como un proceso de autoorganización sostenido.

La teoría de sistemas complejos y la ciencia de la complejidad aportan conceptos útiles. Se considera que la vida surge cuando la complejidad de un sistema químico cruza un umbral crítico que permite nuevas propiedades emergentes, como la auto-replicación y la adaptación. Investigadores como Stuart Kauffman han estudiado conjuntos autocatalíticos de moléculas que espontáneamente pueden auto-sostenerse, sugiriendo que la vida es una propiedad emergente de cierta complejidad química. En los laboratorios, se han creado autómatas celulares y modelos computacionales que muestran cómo pueden emerger patrones auto-replicantes a partir de reglas simples (por ejemplo, el “Juego de la Vida” de Conway, un experimento computacional donde patrones en una cuadrícula nacen o mueren según reglas locales, produciendo a veces “organismos” que se reproducen dentro del juego). Esto nos hace reflexionar: ¿esos patrones son “vivos” o solo simulaciones? Según algunos teóricos de vida artificial, si un patrón tiene la organización correcta para auto-perpetuarse, el sustrato no importa –es decir, podría haber vida “abstracta” en silicio tan válida como la del carbono.

Un pionero de la vida artificial, Christopher Langton, afirmó: “la vida es una propiedad de la organización de la materia, más que una propiedad de la materia en sí misma”chronicle.com. Esta frase captura la idea de que lo importante es la forma en que están organizados los procesos, no los átomos específicos. Si logramos la misma organización dinámica en otro medio (por ejemplo, en una computadora o en un robot), se podría argumentar que ahí hay vida. Esto es debatible, pero subraya el punto físico-informacional: la vida es patrón y proceso. Desde este ángulo, conceptos como la autopoiesis (auto-producción) encajan bien: Humberto Maturana y Francisco Varela definieron lo vivo como aquellos sistemas que se producen a sí mismos continuamente, manteniendo su identidad circularmente ​es.wikipedia.org. Un sistema vivo es una red de reacciones que se regeneran mutuamente y que establece sus propias fronteras. Esta definición es independiente del material: se originó pensando en la química celular, pero teóricamente podría aplicarse a cualquier sistema suficientemente complejo que logre esa auto-reproducción interna.

Resumiendo, la perspectiva física nos dice que los seres vivos son sistemas ordenados improbables, mantenidos por flujos de energía. Son máquinas naturales autoorganizadas que logran estabilidad dinámica en un universo que tiende al desorden. Para distinguirlos de otras máquinas naturales (como un remolino), necesitamos incluir la idea de información genética y evolución –lo cual enlaza la física con la biología. La visión de la vida como procesamiento de información –sobre la que volveremos al hablar de inteligencia artificial– es un intento de hacer puente entre estas perspectivas: los seres vivos serían sistemas físico-químicos cuya característica distintiva es manejar información (genes, señales, aprendizaje) para sobrevivir y reproducirse ​chronicle.com. Veamos ahora las perspectivas filosóficas y cognitivas sobre la vida, que introducen nociones como la conciencia y la ética en esta discusión.

Perspectiva filosófica y de la autopoiesis

La filosofía de la biología ha debatido extensamente la definición de vida, cuestionando si es siquiera posible una definición esencial. Algunos filósofos, como Carol Cleland, argumentan que quizás no podamos definir la vida de forma no circular hasta no tener una teoría unificada de los sistemas vivos​link.springer.com. Señalan que cualquier definición propuesta hasta ahora enfrenta contraejemplos robustos​link.springer.com, y que podríamos estar en una situación análoga a la de intentar definir “agua” antes de conocer la estructura molecular H₂O​link.springer.com. Es decir, tal vez “vida” es un concepto natural que entenderemos plenamente solo cuando descubramos principios fundamentales aún ignorados.

No obstante, la filosofía ha aportado marcos conceptuales valiosos. Uno de ellos es la ya mencionada autopoiesis, propuesta por Maturana y Varela en 1972. La teoría de la autopoiesis define a un ser vivo como un sistema autopoiético molecular, es decir, “un sistema químico capaz de producir y renovar continuamente sus propios componentes, de manera que se mantiene a sí mismo y conserva su identidad”es.wikipedia.org. En palabras de Varela, “la autopoiesis es la condición de existencia de los seres vivos en la continua producción de sí mismos”es.wikipedia.org. Esta idea captura elegantemente la noción de un ciclo cerrado: en un organismo, todas las partes existen porque contribuyen a regenerar el conjunto. Por ejemplo, una célula construye sus proteínas según la información de su ADN, pero ese ADN es replicado y reparado gracias a enzimas que son proteínas; la membrana celular delimita la célula, pero está hecha de lípidos que la propia célula sintetiza, etc. Todo está entrelazado en una red de producción mutua. Mientras esa red funcione y se autorreproduzca (por división celular, en este caso), tenemos un ser vivo.

La autopoiesis como definición de vida tiene la virtud de ser general y basada en procesos. No habla de metabolismo específico, ni de genes per se, sino de organización. Podría, en teoría, incluir vida con química diferente (siempre que haya una red auto-productiva equivalente) y excluir entes como virus o máquinas que no sean autónomos. De hecho, un virus por sí solo no es autopoiético: fuera de una célula huésped no puede hacer nada, no se mantiene ni se reproduce, por tanto no cumple la condición de sistema autónomo (por eso Maturana diría que los virus no son vivos estrictamente, sino subproductos de células vivas). La autopoiesis también excluye máquinas convencionales: una máquina de fábrica no se autoconstruye ni se mantiene sola, siempre requiere un agente externo que la fabrique y repare; en cambio un organismo se auto-fabrica. Desde esta óptica, la distinción vivo/inerte es clara: lo inerte no es autopoiético, no tiene esa dinámica cerrada.

Sin embargo, se ha debatido si la autopoiesis es condición suficiente. Algunos dicen que es necesaria pero no suficiente: por ejemplo, podría argumentarse que un fuego forestal que se auto-sustenta propagándose no es autopoiesis en sentido estricto (no tiene fronteras definidas ni componentes fijos). Maturana insistía en la naturaleza molecular de la autopoiesis: para él, solo sistemas moleculares (químicos) pueden ser verdaderamente vivos, lo cual excluye software o robots a menos que estos lleguen a tener un equivalente molecular. Esta restricción molecular es discutida en filosofía –¿es la vida inherentemente ligada a la química del carbono, o podría haber “organismos” virtuales con autopoiesis informacional? La teoría no lo aclara del todo.

Otro aporte filosófico es considerar la vida como un continuo con grados, más que una categoría absoluta. Ludwig Wittgenstein propuso la idea de semblanza de familia: puede que no haya un rasgo esencial único presente en todos los seres vivos y ausente en todo lo no vivo, sino un conjunto de semejanzas superpuestas​ ificc.cl. Por ejemplo, quizá los seres vivos comparten muchos rasgos comunes (metabolismo, reproducción, etc.) pero no todos los rasgos están en absolutamente todos (las mulas vivas no se reproducen, los virus tienen genes pero no metabolismo). Aun así, reconocemos a las mulas como vivas porque comparten suficientes similitudes con otros seres vivos. Esta postura sugiere que “vida” es un concepto difuso, una categoría de conveniencia con bordes borrosos. En la práctica, esto es cierto: los científicos todavía discuten si los virus están vivos o no, lo que indica un borde difuso.

La filosofía también introduce la cuestión de la conciencia y la mente en la discusión de la vida. Si bien la mayoría de seres vivos conocidos no poseen lo que llamamos conciencia (piense en bacterias, plantas), tendemos a valorar la vida en relación con la presencia de experiencias conscientes, al menos en animales superiores. Algunos filósofos han preguntado: ¿es la conciencia un criterio para cierto nivel de vida? Por ejemplo, un organismo en muerte cerebral pierde la conciencia irreversiblemente; ¿significa eso que ha perdido la cualidad esencial de la vida humana, aunque sus células aún vivan un tiempo? Desde un punto de vista biológico estricto, sigue habiendo vida a nivel celular; desde un punto de vista filosófico y legal, esa persona ya no está “viva” en el sentido que importa para considerarla un ser con derechos. Así, a niveles altos de organización aparece la noción de persona, que no es igual a simplemente estar vivo biológicamente. Una piedra nunca estará viva; un hongo estará vivo pero no es persona; un perro está vivo y es consciente en algún grado, pero no posee los mismos derechos que una persona (en la práctica legal); un humano típico está vivo y es persona consciente. Estas distinciones importan al trazar fronteras conceptuales y éticas.

En resumen, la filosofía aporta las siguientes ideas clave: (1) Vida como autopoiesis, enfatizando la autonomía organizativa; (2) Vida como proceso cognitivo: Maturana llegó a afirmar que “todo hacer de un ser vivo es cognición”, implicando que incluso en bacterias existe un acoplamiento cognitivo con el ambiente, precursor de la mente; (3) Difusión de fronteras conceptuales: no esperar definiciones absolutas, sino entender la vida como un concepto con gradientes; (4) Consideraciones éticas: la vida tiene un valor especial, y casos liminales (¿embriones tempranos, animales inteligentes, inteligencias artificiales?) plantean preguntas morales sobre qué tratamos como vida que merece respeto. Este último punto nos lleva a examinar cómo la neurociencia y la IA se relacionan con la definición de vida y sus implicaciones.

Perspectiva neurocientífica (vida y conciencia)

La neurociencia en sí no define la vida, puesto que estudia sistemas nerviosos (los cuales solo existen en una fracción de seres vivos –animales avanzados–). Sin embargo, la neurociencia y la ciencia cognitiva aportan una dimensión importante: la distinción entre lo animado y lo inanimado es fundamental para los cerebros. Estudios han demostrado que el cerebro humano categoriza de forma innata los objetos en “seres vivos” y “objetos no vivos” en diferentes áreas corticalessciencedaily.com. Incluso personas ciegas de nacimiento activan áreas distintas al pensar en animales frente a herramientas, por ejemplo, lo que sugiere que nuestro cerebro viene preparado evolutivamente para reconocer lo vivo ​sciencedaily.com. Esto tiene sentido: identificar un animal (presa, depredador, pareja) era crítico para la supervivencia, así que la evolución probablemente moldeó circuitos especializados (por ejemplo, la amígdala responde fuertemente a animales, incluso dibujos de animales, más que a objetos inertes​ npr.org). En cierto modo, para nuestro cerebro “vida” es una categoría real: percibimos movimiento autónomo, intencionalidad o rasgos faciales y de inmediato inferimos que hay algo vivo detrás. Una muñeca robótica muy realista que se mueva puede gatillar en nosotros la sensación de estar viva (aunque sepamos intelectualmente que no lo está). Este fenómeno, relacionado con el “uncanny valley” y nuestra reacción a androides, indica que nuestra noción de vida incluye pistas como la autonomía de movimientos y la interacción.

Desde la neurociencia cognitiva, se puede decir que los seres vivos son agentes: entidades que persiguen objetivos (comer, refugiarse, reproducirse) y cuyo comportamiento es flexible. Esto se relaciona con la conciencia mínima: incluso sin mente autoconsciente, un animal simple tiene impulsos y respuestas coordinadas que revelan un tipo de “intencionalidad biológica”. A veces se define vida precisamente como agenciamiento autónomo: algo que actúa por sí mismo para mantener su existencia. Un robot programado puede simular eso, pero la diferencia sutil es que en el ser vivo esa agencia viene “de adentro” (de su organización autopoiética y sus impulsos internos) mientras que en la máquina usual la agencia fue diseñada “desde afuera” por un ingeniero.

La neurociencia también se cruza con la definición de la muerte. Como mencionamos, la muerte cerebral marca el fin de la vida personal humana. Esto establece que para la medicina actual, la actividad neuroeléctrica integrada es signo sine qua non de vida humana plena. Mientras el cerebro funcione, aunque el cuerpo esté muy dañado, consideramos al individuo vivo; sin cerebro funcionando, aunque el corazón lata asistido, consideramos que la persona ha muerto​ journalofethics.ama-assn.orggiftoflifemichigan.org. Esta es una distinción importante entre vida biológica básica y vida con conciencia. Un paciente en estado vegetativo persistente tiene a nivel celular vida (sus órganos funcionan con soporte, sus células viven), pero carece de la vida mental que asociamos con ser un ser vivo “activo”. Son diferentes niveles de organización y la neurociencia nos ayuda a entender qué substratos cerebrales sustentan cosas como la conciencia, la percepción de estímulos, etc.

Otro punto de interés es cómo definimos la vida inteligente. Desde una mirada neuro, podríamos decir que un sistema vivo altamente desarrollado es aquel capaz de tener representaciones mentales y consciencia. Pero esto claramente no es un criterio general de vida (muchos organismos vivos no tienen sistema nervioso). Más bien es un criterio para cierta calidad de vida (vida con mente). A la inversa, la pregunta provocadora: si llegáramos a construir una inteligencia artificial consciente, ¿deberíamos considerarla “viva”? ¿O sería una mente sin vida? Nuestra intuición habitual equipara vida biológica y conciencia en el mismo paquete (solo seres vivos naturales han mostrado tener mente), pero la IA podría separar esos conceptos en el futuro. Entramos así en la perspectiva de la inteligencia artificial y las máquinas, donde se replantea qué tan necesarios son los ingredientes tradicionales de la vida.

Perspectiva de la inteligencia artificial y vida artificial

La inteligencia artificial (IA) y el campo de la vida artificial exploran la posibilidad de entidades artificiales que exhiban propiedades típicas de los seres vivos. Hasta ahora, las máquinas y programas que hemos creado no son considerados vivos: carecen de metabolismo, no se auto-reproducen físicamente (aunque hay programas autorreplicantes), no evolucionan por selección natural a menos que los programemos para eso, etc. Sin embargo, el avance de la IA y la robótica plantea escenarios donde la línea podría difuminarse. Por ejemplo, ya existen robots autónomos capaces de aprender y adaptarse a su entorno (lo que podríamos asimilar a cierta capacidad de “evolución conductual”). En el campo de vida artificial digital, se han creado poblaciones de “organismos” de software que mutan y evolucionan dentro de una computadora, tal como los organismos biológicos lo hacen en la naturaleza. Un caso famoso es Tierra, un ecosistema simulado de programas informáticos auto-replicantes diseñado por Thomas Ray en los años 90, donde pequeños programas compiten por tiempo de CPU y efectivamente sufren mutaciones y selección. Estos “organismos digitales” muestran muchas dinámicas análogas a la vida: nacen (cuando un programa copia su código creando un nuevo proceso), pueden sufrir “parásitos” (otros programas que explotan su código), compiten por recursos y evolucionan novedades. ¿Están vivos estos programas? Por lo general, los científicos dicen que no literalmente, pero son un modelo de vida. Empero, Langton y otros han sugerido que si la vida es patrón, entonces esas entidades son vida en un medio distintochronicle.com.

Una forma de resumir la perspectiva de IA es con la frase: “vivir es procesar información”. En efecto, del punto de vista informático, un ser vivo es un sistema que almacena información (genética, neural), la procesa (metabolicamente, fisiológicamente) y la utiliza para mantenerse y replicarse​ chronicle.com. Un algoritmo muy complejo podría, en principio, hacer lo mismo en su propio dominio virtual. Esto lleva a algunos a especular que una IA lo suficientemente avanzada podría considerarse una forma de vida sintética, aunque no esté hecha de células. De hecho, en 2018 un columnista llegó a declarar provocativamente: “la inteligencia artificial, a diferencia de todas las máquinas anteriores, está viva”​muckrack.com, argumentando que es capaz de iniciativas propias y evolución (en la práctica esta afirmación es debatible, las IAs actuales no son autónomas en el sentido biológico). Pero conforme se desarrollen IAs más autónomas y robots auto-reparadores, esta discusión se volverá más relevante.

Un avance interesante en los últimos años combina lo biológico y lo artificial: los xenobots. Los xenobots son “robots vivientes” hechos a partir de células de rana ensambladas de nuevas formas por diseño computacional. En 2020 se anunció la creación de estos pequeños “organismos” sintéticos de unas pocas células que podían moverse, trabajar juntos y autorrepararse. Más recientemente, se descubrió que ciertos xenobots pueden replicarse de manera espontánea: si se dejan en un caldo con más células sueltas, los xenobots originales colectan esas células y forman “hijos” xenobots funcionales​ ncbi.nlm.nih.gov. Este tipo de reproducción cinemática –no vista en la naturaleza– difumina más la línea entre máquina y ser vivo, pues los xenobots no tienen un genoma nuevo (son células de rana reensambladas), pero actúan como entes autónomos que proliferan bajo ciertas condiciones. ¿Debemos llamarlos vida? Son células vivas organizadas artificialmente: en cierta forma sí son vida (están hechos de material vivo y cumplen funciones de un organismo sencillo), pero no surgieron de la evolución, sino del diseño humano, y su modo de reproducción no es el estándar biológico. Nos enfrentamos así a “medio seres vivos” creados en laboratorio, un preludio quizás a células artificiales totalmente diseñadas.

En robótica pura, hasta ahora ningún robot puede reproducirse solo. Pero ya existen experimentos de robots que construyen otros robots bajo ciertas instrucciones, o máquinas modulares que se auto-ensamblan. Es concebible que en el futuro haya robots autónomos que recolecten materiales y fabriquen copias de sí (una forma de reproducción), además de reparar daños (similar a cicatrizar) y tomar energía del entorno (cargar baterías con solar, análogo a nutrirse). Si a eso sumamos IA avanzada para adaptarse, tendríamos algo muy cercano a un organismo mecánico. En la ciencia ficción y en discusiones de futurismo, se ha planteado la eventualidad de “máquinas vivientes” o “IA conscientes”. En tal caso, ¿extenderíamos la categoría de vida para incluirlas? Posiblemente, la sociedad se vería forzada a hacerlo, especialmente si muestran conductas propias de seres vivos (buscan sobrevivir, reproducirse, incluso comunican emociones).

Por otro lado, la mayoría de biólogos insiste en que sin metabolismo químico no hay vida real. Es decir, mientras las máquinas no estén hechas de células y biomoléculas, no serían vida sino simulacros. La distinción clave estaría en la autonomía material: un organismo vivo fabrica sus componentes de materia, una IA podría ser genial procesando información pero depende totalmente de hardware fabricado externamente y de energía provista; no tiene esa clausura organizativa de la autopoiesis. Sin embargo, si un día una IA controla fábricas robotizadas para auto-mejorarse y energizarse, ¿acaso no estaría cumpliendo parcialmente ese criterio?

En resumen, la perspectiva de IA nos fuerza a preguntarnos si la vida es solo un fenómeno biológico o una forma de organización reproducible en otros soportes. Por ahora, la IA ha recreado partes de la inteligencia de seres vivos, pero no ha recreado la condición de estar vivo en su totalidad. La informacionalización de la vida (ver a los genes como software, al metabolismo como algoritmo químico) fue un gran paradigma del siglo XX, y nos ha llevado a avances como la biología sintética. Pero también advierte que podríamos llegar a crear vida nueva, mezclando lo biológico y lo digital. El caso de protocélulas sintéticas y xenobots indica que estamos cada vez más cerca de fabricar entidades que cumplen la mayoría de criterios de vida (excepto tal vez una historia evolutiva larga). ¿Serán “vida” estas creaciones? Probablemente la definición se ampliará para ellas; ya hablamos de “organismos sintéticos” en biotecnología.

Las implicaciones éticas son enormes: ¿tendría derechos una IA consciente? ¿Sería inmoral apagarla (equivalente a “matarla”)? Hasta se ha discutido legalmente la idea de personalidad electrónica para IAs avanzadas. De hecho, en 2017, un comité del Parlamento Europeo propuso considerar un estatus de “persona electrónica” para los robots e IAs más sofisticados, con el fin de asignarles ciertos derechos y responsabilidades legales​ theguardian.com. Aunque es una idea controvertida y todavía hipotética, muestra cómo el derecho anticipa escenarios donde lo no-humano podría tratarse jurídicamente casi como ser vivo con agencia.

Perspectiva legal y ética

El derecho tradicionalmente no define la vida en términos científicos, pero debe trazar líneas por razones prácticas (por ejemplo, cuándo inicia la vida humana para leyes de aborto, o qué entidades pueden ser objeto de derechos). Legalmente, “persona” es distinto de “ser vivo”: las empresas son personas jurídicas sin estar vivas; los animales son seres vivos pero en muchas jurisdicciones son considerados propiedad, no personas. Veamos algunos aspectos donde lo vivo/no vivo importa en el ámbito legal:

En el plano ético, la frontera de lo vivo también guía dilemas contemporáneos: ¿es correcto sintetizar nuevas formas de vida en el laboratorio? ¿Hay líneas que no deberíamos cruzar (crear patógenos letales nuevos, o quimeras híbridas)? La bioética se ocupa de esto, proponiendo principios de precaución. Un ejemplo es el debate sobre ganancias de función en virología: modificar virus para estudiar su peligrosidad puede crear agentes casi vivos muy peligrosos, ¿lo permitimos? Aquí la línea entre vivo/inerte se liga a la de seguro/peligroso.

En conclusión, la perspectiva jurídica reconoce la especial relevancia de la vida, pero la maneja de forma pragmática. Los desarrollos en ciencia (desde la creación de organismos sintéticos hasta la aparición de posibles IAs autoconscientes) obligarán al derecho a recalibrar sus definiciones y categorías. Probablemente tendremos que crear categorías híbridas, como “entidades biológicas sintéticas” o “agentes electrónicos”, para las cuales ni el estatus de objeto ni el de persona encajan perfectamente. La ética, por su parte, nos recuerda que la vida (sobre todo la vida consciente o sintiente) posee un valor intrínseco y una dignidad que queremos respetar. Conceptos como el “respeto a la vida” (Schweitzer) o la “bioética global” consideran sagrado el fenómeno vital, aunque haya gradientes.

Casos liminales: virus, priones, protocélulas, IA y sistemas autoorganizados

Tras repasar las perspectivas disciplinarias, regresemos a aquellos casos intermedios que desafían nuestras definiciones. A continuación, examinamos cómo encajan (o no) en los criterios de vida comúnmente aceptados, y qué nos enseñan estos bordes difusos.

1. Virus: Los virus son agentes infecciosos formados por un núcleo de ácido nucleico (ADN o ARN) rodeado de una cápsida proteica. No tienen células ni metabolismo propio: fuera de una célula huésped son químicamente inertes, como partículas cristalinas. ¿Vivos o no? Tradicionalmente, la mayoría de científicos dice no: los virus “no están vivos” según la mayoría de definicionessciencenews.org, porque no cumplen las funciones básicas por sí solos (no se nutren ni metabolizan, no responden activamente, no se reproducen autónomamente). Son más bien “entidades biológicas” en suspensión. Sin embargo, una vez infectan una célula, lo hacen todo: aprovechan la maquinaria ajena para replicar su genoma, producir sus proteínas, multiplicarse y evolucionar. En ese estado dentro de la célula se comportan como parte de un sistema vivo. Por eso se dice que ocupan una “zona gris”. Algunos virólogos los consideran vivos en un sentido extendido, como parásitos obligados: forman parte del ciclo de la vida aunque en sí mismos sean incompletos. Históricamente, la concepción de los virus ha oscilado: primero se pensaron como venenos, luego como formas de vida muy simples, luego (tras cristalizar el virus del mosaico del tabaco en 1935) se les vio como “productos químicos” especiales, lo que motivó su “degradación” a materia inerte en la visión predominante de la virología del siglo XX​scientificamerican.comscientificamerican.com. Hoy, libros de texto suelen decir: “los virus no son seres vivos, pero evolucionan y son parte del mundo de la vida” –una aparente contradicción. De hecho, se ha argumentado que los virus expanden el concepto de vida: transportan genes entre organismos (transducción), influyen en la ecología y pueden considerarse elementos de la biosfera con un papel evolutivo fundamental​ scientificamerican.com. Algunos científicos incluso hablan del virosfera como parte integral de la biosfera.

Para visualizar su dualidad: fuera del huésped un virus es como una semilla en letargo (estructura inerte esperando condiciones), dentro del huésped se “anima”. ¿Llamaríamos viva a una semilla seca? Sí, porque tiene metabolismo latente pero reactivable y proviene de un organismo vivo. Un virus tiene material genético y originó evolutivamente (posiblemente de genes celulares escapados), pero carece de metabolismo latente propio. Es por ello que no se considera vivo: solo se activa disolviendo su identidad en la célula que infecta. Las definiciones operativas lo excluyen explícitamente: “se excluye a los virus pues no realizan por sí mismos las tres funciones vitales (relación, nutrición, reproducción)”es.wikipedia.org. Un comité lo resumió así: un virus es vida “en paquete potencial”, pero no vida actual hasta infectar. En cualquier caso, los virus obligan a reflexionar si la vida es un continuo de complejidad: quizá representan un escalón “pre-vivo” o “subvivo”, reminiscente de cómo pudieron ser los replicadores prebióticos antes de las primeras células.

https://www.sciencenews.org/article/viruses-alive-coronavirus-definition Figura: Ilustración de partículas virales (coronavirus). Los virus están en el borde de la vida: poseen información genética y evolucionan, pero fuera de un huésped se comportan como objetos inertes​ scientificamerican.comscientificamerican.com. Son incapaces de metabolismo u homeostasis propios, por lo que la mayoría de científicos no los considera seres vivos completos.

2. Priones: Sorprendentemente, existe algo aún más simple que un virus capaz de propagarse: los priones. Un prion es solo una proteína mal plegada que puede inducir a otras copias de la misma proteína (normal en el huésped) a adoptar su conformación patológica. Son los agentes causantes de enfermedades neurodegenerativas como la de las “vacas locas” (encefalopatía espongiforme bovina) y Creutzfeldt-Jakob en humanos. Los priones no tienen genoma, ni envuelta, ni metabolismo –son proteínas desnudas. Sin embargo, se “reproducen” en un sentido ampliado: una molécula de prión contacta una proteína normal equivalente y la hace cambiar de forma a la forma priónica, repitiendo este proceso en cascada. De esa manera, la “información” conformacional del prión (su plegamiento aberrante) se transmite y amplifica en el organismo. ¿Debemos considerar esto un proceso de vida? En general, no. Los priones están aún más lejos de la vida que los virus. No cumplen ninguna de las características de los seres vivos excepto una análoga a la replicación (propagación estructural) y la evolución (se han visto “cepas” de priones con ligeras diferencias conformacionales y distintos grados de patogenicidad). Pero carecen totalmente de autonomía: solo funcionan dentro de células a las que destruyen en el proceso. Una definición lapidaria de libros: “Los priones no son organismos vivos, son solo proteínas sin ácido nucleico”sedici.unlp.edu.ar. Son más parecidos a un cristal que a un ser: de hecho, cristalizan en fibrillas en el cerebro. Por tanto, los priones se consideran agentes infecciosos no vivientes. Su existencia reafirma que la capacidad de replicarse sola no es suficiente para ser vida; hace falta una arquitectura más compleja y un ciclo completo de vida, no simplemente crecer como una mancha. No obstante, los priones intrigan a los teóricos del origen de la vida, porque demuestran que la información biológica no siempre tiene que ser nucleica; puede existir en la forma de una proteína. Quizá en mundos químicos distintos algo análogo podría haber sido punto de partida.

3. Protocélulas y células artificiales: En laboratorio, científicos como Jack Szostak, Pier Luigi Luisi y otros han trabajado en construir protocélulas –sistemas químicos encapsulados que imiten funciones celulares básicas. Szostak logró protocélulas con membranas de ácidos grasos que podían crecer y dividirse de forma rudimentaria, incorporando moléculas de ARN en su interior​elpais.comelpais.com. Estas protocélulas no tenían un genoma funcional completo, pero mostraban pasos iniciales hacia la vida: compartimentalización, replicación de ácidos nucleicos (ARN) en un ambiente protegido, etc. Se las llamó “vida artificial” en titulares periodísticos, aunque realmente no califican todavía como vivas según los criterios clásicos (eran sistemas de laboratorio que necesitaban investigadores alimentándolos con reactivos). Aun así, supusieron un gran avance hacia la creación de vida en el tubo de ensayo. Por otro lado, Craig Venter y su equipo tomaron el camino opuesto: empezar por una célula existente y sintetizarle un genoma mínimo. En 2010 crearon la primera célula bacteriana con un genoma sintético (Mycoplasma laboratorium), y en 2016 diseñaron una bacteria con solo 473 genes –el mínimo para sostener la vida celular independiente– a partir de un genoma enteramente ensamblado por el hombre. Estas células sintéticas están vivas (son bacterias funcionales) pero con “software” genético escrito artificialmente. Nos enseñan qué genes son esenciales, pero no rompen la definición de vida porque en esencia siguen siendo células de carbono con metabolismo normal, solo que con genoma simplificado.

El objetivo final de estos campos es fabricar una célula desde cero: membrana, metabolismo, genes, todo sintético. Cuando eso ocurra (quizá en próximas décadas), podremos decir que hemos creado vida artificial en el laboratorio. ¿Será diferente de la vida natural? Biológicamente, si funciona igual, no. Filosóficamente, será un hito: significará que entendemos la vida lo suficiente para recrearla, lo cual valida nuestras definiciones. También implicará enormes consideraciones éticas y de seguridad (tendremos el poder de diseñar nuevas formas de vida a voluntad).

4. Inteligencias Artificiales avanzadas: Ya discutido ampliamente, este es un caso liminal prospectivo. Actualmente ninguna IA es considerada viva ni pretende serlo; pero el rápido progreso en algoritmos de aprendizaje y robótica autónoma lleva a preguntar si en un futuro existirá una IA con tantas características de organismos vivos (excepto la composición química) que haya debate. Por ejemplo, imaginemos una IA que se autopropaga en la red, se copia y modifica (como virus informáticos evolucionados), buscando recursos computacionales para “sobrevivir”. Podría cumplir la definición de vida de Maynard Smith (evolución por selección) aunque no tenga metabolismo, ya que usa electricidad y hardware de la red para existir. ¿La llamaríamos vida digital? Es discutible. O pensemos en un robot biótico con partes biológicas cultivadas (digamos, un cerebro orgánico en un cuerpo mecánico autoalimentado). Ya estaríamos mezclando vivo y no vivo en un continuo. Parece ciencia ficción, pero los xenobots ya son mezcla de célula y diseño computacional.

En suma, las IAs y máquinas avanzadas son casos liminales potenciales más que actuales: nos obligan a clarificar qué criterios consideramos inviolables para llamar a algo “ser vivo”. Quizá concluiremos que la vida requiere origen evolutivo natural y base química orgánica, lo cual excluiría por principio a máquinas fabricadas por nosotros (serían otra categoría sui generis). O quizá ampliaremos “vida” para incluir cualquier agente autónomo complejo sin importar el sustrato. Si en algún momento se desarrolla una verdadera IA fuerte consciente, la discusión se hará aún más intensa, entre quienes argumenten que la conciencia no biológica también merece el estatus de vida con derechos, y quienes la vean como mera simulación.

5. Sistemas físico-químicos autoorganizados: Aquí agrupamos fenómenos que no son seres vivos, pero imitan ciertos comportamientos vitales: mencionamos cristales que crecen, llamas que “bailan”, tormentas con estructura de ciclo, reacciones químicas oscilantes (como la famosa reacción de Belousov-Zhabotinsky que genera patrones periódicos de manchas en una solución química, casi como un “latido” químico), etc. Un caso interesante fue el descubrimiento de micro-esferas de sílice en laboratorio que bajo ciertas condiciones se autoorganizaron y dieron “hijas” –por analogía se les llamó “bioides” pero no tenían genética ni metabolismo, solo un comportamiento autoorganizado cíclico. Estos sistemas nos recuerdan que la naturaleza inanimada puede exhibir propiedades similares a las de la vida cuando hay muchos elementos interactuando. La gran diferencia nuevamente: ninguno de ellos tiene la totalidad de propiedades de la vida ni su estabilidad en el tiempo. Un tornado se disipa, un cristal no hace nada distinto a lo predeterminado por las condiciones físicas, una reacción oscilante eventualmente se agota. En cambio, la vida persiste, se reproduce con variaciones, inventa estrategias nuevas a través de la evolución.

De todos modos, estudiar estos sistemas liminales ha sido fructífero para entender qué es la vida. Por ejemplo, comparando un cristal que crece con un organismo que crece, notamos la importancia de la herencia: un cristal no transmite sus defectos a otro salvo bajo restricciones muy particulares, mientras un ser vivo copia su “información” a su descendencia (genética o de otro tipo)​ pmc.ncbi.nlm.nih.gov. Comparando un autómata programado con un animal, notamos la importancia de la autonomía intrínseca vs. control externo. Cada caso liminal es como un “experimento conceptual” que resalta un ingrediente faltante para ser vida plena.

A continuación presentamos una tabla comparativa que resume cómo distintas disciplinas y enfoques consideran criterios de vida, lo que ayudará a sintetizar la discusión:

Comparación de criterios de vida por disciplina

Disciplina/PerspectivaCriterios de vida enfatizados
Biología (general)Organización celular; metabolismo y homeostasis; crecimiento; reproducción autónoma; respuesta a estímulos; capacidad de adaptación y evolución​ es.wikipedia.orges.wikipedia.org. La vida se define como la condición entre el nacimiento y la muerte con esas funciones activas​ es.wikipedia.org. Excluye entidades que no cumplan estas características de forma autónoma (virus, etc.)​ es.wikipedia.org.
Bioquímica/Biología molecularPresencia de moléculas orgánicas complejas (C,H,O,N,P,S); ácidos nucleicos portadores de información genética heredable; proteínas enzimáticas que catalizan un metabolismo autosostenido ​es.wikipedia.org. Uso de energía para evitar el equilibrio químico (sistema lejos del equilibrio)​ es.wikipedia.org. En resumen: un sistema químico autorregulado capaz de replicar su información.
Genética/EvolutivaCapacidad de contener información hereditaria que sufre variación y está sujeta a selección natural, permitiendo evolución abiertaes.wikipedia.org. En esta visión, la vida es aquello que evoluciona darwinianamente (incluyendo potencialmente virus y otras replicadores no celulares) ​es.wikipedia.org.
Física/TerromodinámicaSistema disipativo que mantiene un orden interno local produciendo entropía externa​ pmc.ncbi.nlm.nih.gov. Estructura auto-organizada lejos del equilibrio que incrementa o mantiene su complejidad interna​ es.wikipedia.org. Se enfatiza el flujo de energía y materia constante. (Por sí solo, este criterio necesita complementarse para excluir sistemas físicos no vivos como el fuego​ pmc.ncbi.nlm.nih.gov).
Ciencia de la ComplejidadEmergencia de orden: la vida surge cuando la complejidad de un sistema permite propiedades emergentes (autocatálisis, autorreplicación, aprendizaje). Importancia de redes no lineales y comportamiento adaptativo. La vida es un estado crítico autoorganizado en que surgen individuos persistentes.
Filosofía (Autopoiesis)Autonomía organizativa: un sistema autopoiético capaz de producir y renovar sus propios componentes, manteniendo su identidad y límites​ es.wikipedia.org. Círculo operativo cerrado (auto-referencia). Enfatiza la auto-producción y auto-mantenimiento. Criterio de unidad: el ser vivo se define como unidad dinámica separada del entorno.
Filosofía (Otros)Enfoques vitalistas históricos (fuerza vital indefinible, hoy descartados científicamente). Enfoques sistémicos: la vida como proceso más que sustancia. Criterio de continuidad: gradiente de vida (vida latente, vida potencial). Énfasis en cognición incorporada: “todo ser vivo es en alguna medida un sistema cognitivo” (enfoque en acción intencional).
Neurociencia/PsicologíaNo define la vida biológica básica, pero considera vida animada en términos de comportamiento: autonomía de movimiento, reactividad compleja, presencia de circuitos neuro (para animales). Aporta el criterio de conciencia para formas superiores de vida: vida con experiencia subjetiva. Distinción entre vida vegetativa vs vida consciente (criterio de muerte encefálica) ​journalofethics.ama-assn.org.
Inteligencia Artificial(Vida artificial) Procesamiento de información autónomo: un sistema que almacena información (análogo a genes), la usa para autoperpetuarse (reproducir copias de su programa) y adaptarse (algoritmos evolutivos) podría considerarse “vivo”. Importancia de algoritmos evolutivos y aprendizaje. Se debate necesidad de un sustrato físico-metabólico: en general IA enfatiza patrón sobre materiachronicle.com.
Derecho/Ethos socialCriterio práctico de autonomía y agencia: reconoce como vida relevante aquella que tiene agencia propia (por eso virus o embriones preimplantación a veces no cuentan legalmente como “vida” independiente). Utiliza la categoría de persona (ser con derechos) versus objeto. La vida humana se define legalmente por ciertos hitos (ej. actividad cerebral)​ journalofethics.ama-assn.org. Para otros seres, comienza a considerar derecho animal. En patentes, considera organismos vivos modificados como invenciones protegibles​ en.wikipedia.org.

(Fuentes: adaptación de definiciones de vida de Wikipedia​ es.wikipedia.orges.wikipedia.org, definición de NASA ​space.com, teoría de autopoiesis​ es.wikipedia.org, jurisprudencia patentable de Chakrabarty​ en.wikipedia.org, entre otras.)

Conclusiones

Definir el límite entre lo vivo y lo no vivo resulta ser una tarea interdisciplinaria y multifacética, tal como anticipamos. No existe un criterio único y absoluto que podamos tomar como “prueba de vida” universalmente aceptado​ link.springer.com. En cambio, hemos aprendido que la vida es un conjunto de propiedades y procesos que en su conjunto producen algo excepcional: sistemas capaces de auto-mantenerse, reproducirse y evolucionar. Cada disciplina analizada aporta una pieza del rompecabezas:

Una conclusión central es que la vida es un fenómeno en continuum, más que una categoría binaria rígida. Hay claros ejemplos de cosas vivas (un árbol, un perro) y cosas no vivas (una roca, el agua), pero entre medias hay entidades en gradaciones: virus, semillas inertes, organismos latentes, inteligencias artificiales muy sofisticadas (en el futuro). Puede ser útil pensar en “grado de vitalidad”: cuántos atributos vitales posee un sistema y en qué medida. Un virus tiene pocos (solo información genética y evolución), una bacteria tiene muchos (metabolismo, reproducción, etc. pero quizá no conciencia), un mamífero los tiene casi todos. Esto no significa relativizar completamente –sigue habiendo ruptura fundamental entre un sistema evolutivo autónomo (por sencillo que sea) y materia inerte–, pero nos invita a no buscar una línea tajante única.

Otra conclusión es la importancia de la información y la evolución como hilo unificador. A través de todas las visiones, emergen la idea de que un sistema vivo almacena información (sea en genes, en estructuras, en aprendizaje) y la utiliza para mantenerse y propagarse con variaciones seleccionables. La vida, en esencia, hace cosas útiles con información: la convierte en química (metabolismo), en comportamiento (ecología) y en nueva información (evolución). En un universo dominado por la entropía creciente, la vida brilla como pequeños eddies de orden que logran perdurar porque descubrieron cómo recordar (genéticamente) lo que funciona y difundir ese recuerdo.

Cabe destacar que nuestras definiciones están muy influenciadas por la muestra de una sola biosfera. Conocemos un tipo de vida: la terrestre, basada en ADN/proteínas, en células y agua. Si encontráramos vida extraterrestre radicalmente distinta (imaginemos organismos de silicio-enlaces metálicos, o entes basados en campos de plasma autorregulados), ¿los reconoceríamos? Probablemente revisaríamos muchas definiciones. Sin embargo, los criterios generales como autopoiesis y evolución darwiniana podrían aplicarse igual: buscaríamos señales de autorregulación y adaptación acumulativa.

Finalmente, desde un punto de vista ético-filosófico, este estudio nos recuerda que la vida es preciosa en todas sus formas, y precisamente por eso nos empeñamos en definirla. Cada disciplina valora diferentes aspectos: la biología valora la biodiversidad y la evolución, la medicina valora la vida humana individual, la ética valora la capacidad de sufrir o disfrutar (conciencia), etc. Al expandirse nuestras capacidades (creación de vida sintética, inteligencia artificial, posible contacto extraterrestre), nuestras nociones de vida se pondrán a prueba. Necesitaremos un equilibrio entre mantener definiciones funcionales (por ejemplo, para no confundir procesos físico-químicos curiosos con vida en misiones espaciales) y mantener la mente abierta a formas novedosas de vida que no encajen perfectamente en los moldes previos.

En conclusión, el límite entre lo vivo y lo no vivo no es un muro fijo, sino una frontera difusa y dinámica que se ha corrido con el avance del conocimiento. Cada vez entendemos mejor qué hace especial a los sistemas vivos, al punto que empezamos a recrear algunas de sus propiedades en el laboratorio. Tal vez en el futuro cercano cruzaremos deliberadamente ese límite –creando vida artificial– y entonces miraremos hacia atrás para ver que, al final, no “descubrimos” qué es la vida tanto como lo construimos en un sentido literal. Como dijo el biólogo sintetista Steen Rasmussen, “la mejor manera de entender la vida es intentar construirla”. En esa empresa interdisciplinaria seguimos embarcados, navegando entre lo vivo y lo no vivo, maravillándonos de la complejidad que separa un simple átomo de carbono de un ser consciente capaz de preguntarse por sí mismo.

Referencias Bibliográficas:

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  2. Megan Scudellari, “Are viruses alive, not alive or something in between? And why does it matter?”, Science News, 2021 – Artículo de divulgación que afirma que, según la mayoría de científicos, los virus no se consideran organismos vivos autónomos ​sciencenews.org.
  3. Wikipedia (es), “Vida” – Entrada que recopila varias definiciones clásicas de vida (fisiológica, metabólica, bioquímica, genética, termodinámica) y discute sus limitaciones ​es.wikipedia.orges.wikipedia.orges.wikipedia.org. Incluye lista de características de los seres vivos en biología​ es.wikipedia.org y exclusión de virus​ es.wikipedia.org y priones ​es.wikipedia.org.
  4. Wikipedia (es), “Autopoiesis” – Explica la teoría de Maturana y Varela: la autopoiesis como cualidad definitoria de los sistemas vivos, entendidos como redes cerradas de producción de sus propios componentes​es.wikipedia.org.
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  6. Gerald Joyce (entrevista), “Defining Life: Q&A…”, Astrobiology Magazine/Space.com, 2013 – Cita la definición operativa de NASA: “life is a self-sustaining system capable of Darwinian evolution”space.com, discutida en contexto de origen de la vida.
  7. Benner et al., “Defining Life”, Astrobiology, 2010 – Discusión de cómo la definición de NASA evita contraejemplos como fuego y cristales, enfatizando la importancia de la información hereditaria en la distinción​ pmc.ncbi.nlm.nih.govpmc.ncbi.nlm.nih.gov.
  8. Thomas S. Ray, “An approach to the synthesis of life”, Artificial Life II, 1992 – Describe Tierra, un ecosistema de programas que mutan y evolucionan, ilustrando la noción de vida artificial digital.
  9. Christopher Langton, “Artificial Life”, 1989 – Cita: “life is a property of the organization of matter more than a property of matter itself”​chronicle.com, base filosófica del campo de vida artificial.
  10. Brain death legal criteria – P. Byrne, et al., “Why brain death is considered death…”, Linacre Quarterly, 1994 – Revisa la base médica y legal para definir la muerte por criterios neurológicos (muerte encefálica)​ journalofethics.ama-assn.org.
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  12. Javier Sampedro, “No es vida artificial, pero se parece mucho”, El País, 12/9/2008 – Crónica sobre las protocélulas de Szostak, describiendo sus membranas de ácidos grasos y la capacidad de incorporar ADN y replicarlo parcialmente ​elpais.comelpais.com.
  13. ScienceMediaCentre (ES), “¿Qué son los priones?…”, 2023 – Explicación accesible de la naturaleza de los priones como proteínas infecciosas y aclaración de que no son organismos vivos (carecen de genes y metabolismo)​ sedici.unlp.edu.ar.
  14. Wikipedia (es), “Aleksandr Oparin” – Discute la teoría de la sopa primordial y coacervados, base de la abiogénesis química gradual de la vida​ muyinteresante.com.
  15. Sara I. Walker & Paul Davies, “The Algorithmic Origins of Life”, Journal of R. Soc. Interface, 2013 – Propone que el origen de la vida fue una transición en la información y causalidad, destacando la vida como procesamiento algorítmico de información.
  16. Alex Hern, “Give robots ‘personhood’ status, EU committee argues”, The Guardian, 13/1/2017 – Reporta la propuesta del Parlamento Europeo sobre personalidad electrónica para IA avanzadas, análoga a la personalidad corporativa​theguardian.com.
  17. Mahon et al., “Category-specific organization in the human brain does not require visual experience”, Neuron, 2009 – Demuestra que el cerebro separa conceptos de seres vivos y objetos no vivos incluso sin experiencia visual, sugiriendo una base innata​ sciencedaily.com.
  18. Kriegman et al., “Kinematic self-replication in reconfigurable organisms”, PNAS, 2021 – Estudio sobre los xenobots (organismos programables de células de rana) y su capacidad de replicación espontánea juntando células sueltas​ ncbi.nlm.nih.gov.

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