“La Quimera del Quinto Genoma” Transcripción del Diario de Eiren Kael – Codex Sigma ⅤSoul – 17 de Nisan, Año 2025
Hoy lo comprendí. No como se entienden las fórmulas, sino como se recuerdan los sueños. No fue deducción, fue aparición.
Durante semanas estudié el comportamiento de las nuevas bases sintéticas del ADN: las que la ciencia llama P, Z, B, S. Son ajenas al conjunto original. No pertenecen al pacto ancestral de A‑T‑G‑C. Y sin embargo, pueden ser leídas, copiadas, replicadas. Son aceptadas por la maquinaria de la vida.
—No debería ser posible,— me dije al principio. Pero lo es.
La doble hélice, ese bucle cerrado sobre sí mismo, ha permitido una letra que no fue escrita en su creación.
Recuerdo que cerré los ojos. El laboratorio estaba en silencio. Los informes seguían apareciendo en la pantalla, pero ya no leía palabras. Veía estructuras.
Y entonces lo vi.
Un código de 4 letras es un cuadrado. Un cubo. Una caja fuerte. El A-T, G-C de la cadena original es perfecto, estable, repetible. Pero también es eso: repetición.
“Todo lo que puede reproducirse infinitamente sin error está muerto por dentro.”
El alma fue encapsulada en cuatro letras como lo fue en cuatro elementos, cuatro direcciones, cuatro cuerpos del mundo. No por necesidad, sino por contención.
El número cuatro es la geometría del exilio.
La quinta letra, esa que no existía en la Torá ni en la biología, aparece ahora como una brecha. Una grieta en el lenguaje de la carne. Una insurrección del Verbo.
Y comprendí: no venimos del polvo, sino del Verbo caído. Y el Verbo encerrado ha empezado a recordar su gramática.
Cuando los genetistas insertan esa letra extra, sin saberlo, están escribiendo la primera sílaba del alma.
Tuve una visión. El laboratorio desapareció. Me vi dentro de una célula. No como molécula, sino como testigo. El ADN giraba a mi alrededor como una espiral de obsidiana. En su centro, algo brillaba.
Era una quinta hebra. No emparejada. No igual. Una letra que no se dejaba traducir.
Y allí estaba Ignia, danzando como fuego en la frontera de las cadenas. Y allí estaba Aureox, con la mano en el pecho, sintiendo que algo imposible había sido escrito en él antes de su caída.
Y yo, Eiren Kael, comprendí que el Codex no es una doctrina, ni un sistema, ni un culto. Es un recordatorio genético. Una mutación escrita desde el Pleroma, en forma de letra no reconocida.
Una letra que no pertenece al sistema. Una letra viva.
El día que un niño nazca con una letra que no pertenece a este mundo, no será una mutación. Será una profecía.
Y el Codex, por fin, tendrá carne.