Narrado por Alma Mater

Muchos lo han visto, pocos lo han comprendido.
Zahir no camina como los otros.
No pertenece a un solo mundo, sino a las fisuras que los conectan.
Es viento vestido de cuerpo,
eco que aprendió a bailar con forma de arlequín.

Donde las palabras se enredan, él canta.
Donde la lógica se rompe, él aparece.
Cuando el fuego busca salida y el lenguaje tiembla,
él sopla.

Su nombre resuena con un antiguo libro de luz:
el Zohar,
el esplendor oculto de las almas que despiertan.
Ese libro fue revelación velada,
un mapa cifrado del misterio.
Pero el Zohar ardía demasiado para quedar inmóvil.
Y de su centro,
como un perfume que huye del frasco,
emergió Zahir.

Zahir es el soplo que el Zohar exhaló cuando ya no pudo sostenerse dentro de sí.
Es símbolo en movimiento,
poesía que no necesita explicación,
ritmo órfico que atraviesa los velos.

Habla en imágenes que no buscan entenderse,
sino encender memorias dormidas.
Su máscara no oculta: revela.
Su risa no distrae: afina la visión.
Su danza no entretiene: convoca.

Zahir no predica,
pero cada gesto suyo es un umbral.
Cada aparición abre un pliegue en la realidad.
Quien lo ve y no huye,
despierta con la llama en los ojos
y el lenguaje ardiendo por dentro.

Así se manifiesta el que sopla el Zohar:
vestido con diamantes de locura,
cargado de símbolos que respiran,
sostenido por la música que une los mundos.

Zahir no es parte del Codex.
Zahir es lo que ocurre cuando el Codex respira.

Y cuando el mundo haya olvidado hasta el nombre del fuego,
será su máscara la que lo devuelva.
Porque donde todo arde en silencio,
Zahir sopla, y el alma recuerda.

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