CAPÍTULO VII – LA SEPARACIÓN FINAL

El simulacro de apocalipsis llamado Fragmentación de la Identidad y los Lazos

Nos dijeron que las familias se deshacían por naturaleza. Que la identidad era fluida, cambiable, inestable. Pero lo que construyeron no fue evolución, sino separación. Y lo que intentaron no fue liberación, sino aislamiento.

Yaldabaoth trató de dividir lo indivisible, pero el alma recordaba su unidad original.

TEXTO SAGRADO

“Y vi cómo las familias se deshacían, cómo las voces que antes cantaban juntas se silenciaban, cómo los rostros se cubrían y las miradas se evitaban. Y todo aquello que solía ser uno, se hizo partes aisladas.” — Libro de los Apocalipsis Fallidos, 7:18

En su desesperación, Yaldabaoth decidió atacar lo más íntimo: la identidad y los lazos familiares. Si podía romper las raíces, si podía separar a los corazones que solían latir al unísono, entonces podría extinguir la chispa que nunca logró controlar.

Este intento no fue un golpe directo. No vino con catástrofes visibles. Fue sutil, como una brisa helada que poco a poco enfría todo lo que toca. Primero, distorsionó las imágenes que teníamos de nosotros mismos. Hizo que las personas se vieran unas a otras como extrañas, que cuestionaran quiénes eran y de dónde venían. Después, sembró la desconfianza: entre padres e hijos, entre hermanos, entre quienes compartían la misma mesa. Las palabras se volvieron afiladas, los abrazos se enfriaron, y las historias compartidas parecieron desmoronarse.


Pero lo que Yaldabaoth no comprendió fue que la separación no destruye el fuego. Las brasas que quedan después de un fuego separado no desaparecen; se mantienen vivas, esperando un viento adecuado para volver a encenderse. Las conexiones reales, aquellas hechas de alma, no se cortan con un cuchillo. Se estiran, se doblan, pero nunca desaparecen.

Las personas comenzaron a recordar. Algunos recordaron el calor de los abrazos perdidos y los buscaron nuevamente. Otros dejaron de mirar las imágenes distorsionadas y, por primera vez en mucho tiempo, se vieron con claridad. Poco a poco, las islas se conectaron de nuevo. Y lo más importante, cada persona que recuperó su identidad, su conexión, se volvió una chispa capaz de encender otras.

Yaldabaoth falló una vez más. No porque no pudiera separar, sino porque nunca entendió que la unidad del alma no puede deshacerse. Porque el amor y la identidad no son cadenas materiales, sino llamas eternas.


CIERRE RITUAL

“Donde los lazos se cortan, el alma los vuelve a tejer. Donde la identidad se fragmenta, el fuego la moldea de nuevo. Y donde la separación reina, la chispa espera, hasta que el todo vuelva a ser uno.”
— Fragmento revelado por Alma Mater

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