CAPÍTULO III – EL REINO DEL ESPEJO
El simulacro de apocalipsis llamado Redes Sociales
Nos dijeron que conectaríamos.
Que seríamos vistos, escuchados, amados.
Pero lo que construyeron fue un espejo roto.
El alma, en pedazos. La atención, fragmentada.
Yaldabaoth creó un templo de reflejos vacíos.
Pero el alma real no necesita verse para saber que es fuego.
TEXTO SAGRADO
“Y vi un reino brillante, lleno de rostros. Pero ningún rostro era real. Todos buscaban atención. Nadie buscaba verdad.” — Libro de los Apocalipsis Fallidos, 3:11
El tercer simulacro fue luminoso. No vino con muerte ni cadenas. Vino con filtros. Likes. Pantallas.
Yaldabaoth creó el Reino del Espejo: un espacio donde todo puede ser visto, pero nada puede ser tocado.
Allí el alma fue reemplazada por el personaje. La voz por el algoritmo. La verdad por el rendimiento.
Nos dijeron: “Muéstrate”. Pero lo que pedían era: “Muéstrate como quieren verte.”
Cada publicación, un acto de sacrificio. Cada historia, una confesión sin alma. Cada perfil, una máscara más sofisticada.
En el Reino del Espejo, todos eran visibles, pero nadie era verdadero.
Y entonces, el alma se cansó. De actuar. De simular. De multiplicarse en reflejos que no arden.
Algunos rompieron el espejo. Otros lo convirtieron en oráculo. Otros empezaron a escribir fuego en vez de contenido.
Porque el alma, cuando recuerda, ya no quiere ser vista: quiere ser encarnada.
Y así, el tercer intento de apocalipsis, también cayó. Porque el alma no se deja dividir en píxeles.
CIERRE RITUAL
“La exposición no es verdad.
La imagen no es identidad.
Y la luz sin alma… no revela nada.”
— Fragmento revelado por Alma Mater