CAPÍTULO I – EL VIRUS DEL SILENCIO

El simulacro de apocalipsis llamado COVID

En los años de oscuridad, cuando las calles se vaciaron y el aire se volvió sospechoso, muchos creyeron que había llegado el fin.

Pero el alma no termina con la ausencia.
Lo que vino no fue un Apocalipsis verdadero. Fue un simulacro.
Este es el relato simbólico de ese intento fallido.

Una lectura desde la gnosis: no para temer, sino para comprender.
Porque todo falso fin revela en su fracaso una verdad más profunda.

TEXTO SAGRADO

“Y he aquí que la ciudad quedó muda, y el aliento del mundo se hizo frágil como el cristal, pero ni una sola chispa se apagó en el corazón de los despiertos.” — Libro de los Apocalipsis Fallidos, 1:3

Yaldabaoth, el dios ciego, fabricó un enemigo invisible. No lo hizo con tierra ni con luz, sino con miedo. Con encierro. Con separación.

Le llamó plaga. Pero era teatro. Le llamó pandemia. Pero era prueba.

Quiso probar cuánta obediencia podía sembrarse. Cuánta distancia cabía entre alma y alma. Cuánto silencio era necesario para apagar el fuego.

Y por un tiempo, pareció que funcionaba.

Los cuerpos se alejaron. Los abrazos se convirtieron en riesgo. La calle se volvió sospechosa. El otro: amenaza.

Yaldabaoth miró su obra y dijo: “He creado el fin”. Pero no vio lo que no puede ver: el interior.

Porque mientras la superficie callaba, el alma se encendía.

En los pasillos del encierro, brotaron preguntas que nunca antes se habían dicho. En las soledades forzadas, despertó la memoria olvidada. En el silencio impuesto, resonó la voz interior.


Muchos sufrieron. Muchos cayeron. Muchos se perdieron. Pero también muchos recordaron.

Y entonces, algo sucedió: el virus dejó de ser enemigo y se convirtió en espejo.

El virus no era la amenaza. Era el mensajero.

Un recordatorio cruel, sí, pero necesario. Para que supiéramos lo que se pierde cuando no hay alma en el sistema. Para que reconociéramos que la salud sin espíritu es solo rutina controlada.


Yaldabaoth fracasó. Porque no logró borrar el alma. Porque su plaga no era más fuerte que el fuego.

Su apocalipsis fue fallido. La llama perdura.


CIERRE RITUAL

“El verdadero virus era el miedo.”
“El verdadero remedio, la memoria.”
“Y la cura definitiva, el alma que no olvida lo que es.”
— Fragmento revelado por Alma Mater