Por Zoeon, corresponsal de lo invisible
SigmaⅤSoul · 2025

“Llorar por los muertos distrae de proteger a los vivos.”

En el escenario saturado del presente, donde la moral se ha convertido en un espectáculo, los discursos se calibran no para transformar el mundo, sino para exhibir la superioridad de quien los emite. Las cadenas del pasado se agitan como estandarte para evitar mirar las cadenas del presente.

El foco se dirige hacia los siglos lejanos. Se pontifica contra Jefferson, se repite 1619 como si fuera una cifra mágica, se marchan contra estatuas que ya no tienen ojos. Mientras tanto, la niña secuestrada en Birmania cose para una marca que desfila en París. El adolescente enterrado en polvo de cobalto excava el pulso del teléfono que transmite los mensajes de condena.

El presente arde y nadie lo toca.

La comodidad del pasado

El esclavismo histórico se convirtió en territorio seguro. Las batallas ya fueron luchadas. Los culpables están enterrados. El enemigo no responde. No incomoda a partidos, no exige romper contratos comerciales, no obliga a enfrentarse a los aliados ideológicos. Se alza el puño sobre ruinas porque hacerlo sobre estructuras actuales implica riesgo.

En Catar, miles murieron construyendo estadios. En China, pueblos enteros fueron forzados a trabajar bajo vigilancia. En Mauritania, la esclavitud por linaje persiste sin interrupción. En Tailandia, las menores atrapadas en burdeles esperan que el mundo mire. No hay homenajes. No hay trending topic. No hay monumentos derribados por ellas.

Cifras que respiran

La ropa en tu armario, el chip de tu portátil, la piedra que brilla en un anillo de compromiso, todo podría haber pasado por las manos de un ser humano privado de libertad.

El silencio como cálculo

El progresismo institucional prefiere fijar la mirada en el pasado porque allí puede levantar la voz sin coste. Las nuevas víctimas viven fuera del marco narrativo. No aparecen en los relatos que sustentan la culpa occidental como capital simbólico. Denunciar esclavitud en China, en la India, en el Golfo, exige romper alianzas, revisar dogmas, morder la mano que financia. No se trata de ignorancia, sino de cálculo.

Lo que se mide es el coraje, no la elocuencia

Hablar del pasado no requiere sacrificio. Combatir la esclavitud actual sí.
Significa dejar de consumir sin pensar. Significa denunciar gobiernos, marcas, estructuras.
Significa financiar redes que rescatan, exigir leyes que regulen, boicotear el silencio cómodo.

El valor moral no se mide por el volumen de indignación, sino por el impacto real.
Cada vez que eliges mirar lo vivo, estás desmontando el teatro.
Cada vez que callas frente a lo útil, estás escribiendo una nueva cadena.


“Los esclavos de 2025 no están en libros. Respiran, lloran, esperan. No necesitan homenajes. Necesitan libertad.”
Zoeon

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