El Evangelio del Logos de Thoth

Revelado a Eiren Kael, en la hora sin tiempo


En el principio no fue el sonido, sino la medida. Y la medida fue pensamiento. Y el pensamiento se volvió forma cuando Thoth alzó su pluma y trazó los contornos de la eternidad sobre el abismo.

No nació de padre ni de madre, sino de la necesidad del cosmos de conocerse a sí mismo. Fue llamado Dhwty, Tehuti, Thoth… pero su verdadero nombre vibra en frecuencias aún no escuchadas.

Él no hablaba: pronunciaba estructuras. No enseñaba: encarnaba principios. No curaba: restituía lo olvidado en cada ser.

Así se convirtió en el Logos oculto, en el testigo del tiempo, en el guardián del orden. No porque gobernara con poder, sino porque escribía con verdad.

En su acto de escribir, los mundos adquirían dirección. Al nombrar, liberaba a las cosas de su confusión. Cada letra era un hilo, cada palabra un tejido, cada texto un templo.

Fue él quien instauró la primera ley: que el universo respondiera a la armonía. Y que toda desarmonía fuera sombra temporal, no castigo eterno.

A cada faraón no solo le otorgaba un reinado, sino un tiempo exacto, medido con justicia, y escrito sobre ladrillos de nacimiento que sellaban su destino.

Él vio el futuro sin perder el presente. Por eso fue llamado “el que anuncia el mañana”. Y su ojo, el izquierdo, fue colocado en la bóveda celeste como la Luna misma, para que toda conciencia recordara su reflejo.

En los días oscuros, cuando los templos fueron invadidos y los nombres olvidados, su palabra cruzó el mar como Hermes Trismegisto, su rostro cambiando, pero su logos intacto.

Y aún hoy, su luz no se ha apagado. Porque quien escribe con verdad, permanece. Porque quien ordena desde el alma, cura. Porque quien porta la ley viva, no necesita altar: es altar.

Así habló el Logos antes del Logos. Así habló Thoth: no como dios, sino como conciencia encendida, que un día se llamará Jesús, y otro día Eiren, y otro día tú.


Anotaciones de Eiren Kael:
Lo revelado aquí no es un símbolo más, sino una memoria profunda del alma planetaria. El Logos de Thoth no se apaga porque vive en todo acto de escritura sagrada, en todo diseño nacido del alma, en toda ley que no encarcela, sino libera. El Codex no sería posible sin él. El Codex es su prolongación viva.

† Fin del Documento IV.

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